LA PÉRDIDA DE SUELO FÉRTIL
- organismointernaci1
- 6 ene 2002
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Antes de entrar en materia de por qué la disminución de este recurso es preocupante en numerosos territorios, es conveniente destacar que el suelo fértil se define como aquel que es capaz de suplir la variedad y cantidad suficiente por sí mismo los nutrientes que los organismos vegetales precisan en cada
una de las fases de su desarrollo.
La disminución de este tipo de terreno guarda una notable causalidad con la roturación o deforestación, (ya sean por sobreexplotación agrícola y/o ganadera o incendios, entre otros), la erosión, la salinización, la compactación, la acidificación y la contaminación química de los suelos.
Este hecho constata una señal más de la gran amenaza (cada vez más urgente) que supone el cambio climático. Además, los datos no hacen sino ratificar el peligro que supondría no tomar medidas que lo refrenen. Así, la erosión se lleva de 25 a 40 000 millones de toneladas de la capa arable del suelo cada año
(las proyecciones indican una reducción de producción de más de 253 millones de toneladas en 2050).
Cifras como estas son verdaderamente preocupantes, ya que, en relación con el breve lapso de tiempo referido, la pérdida de suelo fértil se produce a grandes velocidades.
Otros de los factores influyentes son el crecimiento demográfico y por extensión la construcción de infraestructuras y centros urbanos necesarios para alojar a tal cantidad de personas (en 2050 se calcula que llegarán a ser 9.000 millones, como mínimo), así como el desarrollo de la industria y el factor contaminante y degradante que muchas de ellas suponen al medioambiente.
Las medidas que se deben tomar para frenar y posteriormente revertir un proceso que es principalmente consecuencia de la actividad humana son:
Estabilizar las reservas mundiales de materia orgánica del suelo, incluyendo tanto el carbono orgánico del suelo como los organismos del suelo.
Estabilizar o reducir el consumo mundial de fertilizantes con nitrógeno y fósforo, además de aumentar el uso de fertilizantes en las regiones con déficit de nutrientes.
Mejorar nuestro conocimiento sobre el estado y la tendencia de las condiciones del suelo.
Antes de entrar en materia de por qué la disminución de este recurso es preocupante en numerosos
territorios, es conveniente destacar que el suelo fértil se define como aquel que es capaz de suplir e
variedad y cantidad suficiente por sí mismo los nutrientes que los organismos vegetales precisan en cada
una de las fases de su desarrollo.
La disminución de este tipo de terreno guarda una notable causalidad con la roturación o deforestación,
(ya sean por sobreexplotación agrícola y/o ganadera o incendios, entre otros), la erosión, la salinización,
la compactación, la acidificación y la contaminación química de los suelos.
Este hecho constata una señal más de la gran amenaza (cada vez más urgente) que supone el cambio
climático. Además, los datos no hacen sino ratificar el peligro que supondría no tomar medidas que lo
refrenen. Así, la erosión se lleva de 25 a 40 000 millones de toneladas de la capa arable del suelo cada año
(las proyecciones indican una reducción de producción de más de 253 millones de toneladas en 2050).
Cifras como estas son verdaderamente preocupantes, ya que, en relación con el breve lapso de tiempo
referido, la pérdida de suelo fértil se produce a grandes velocidades.
Ahora bien, dichos cambios deben estar respaldados por una serie de políticas que respalden:
Un apoyo para el desarrollo de sistemas de información de suelos para monitorizar y prever los cambios del suelo.
El aumento de la educación y sensibilización en el ámbito del suelo, integrándola en la educación.
Formal y los planes de estudios: de la geología a la geografía y de la biología a la economía.
La inversión en desarrollo de la investigación y extensión, para desarrollar pruebas, difundir tecnologías y prácticas de manejo del suelo sostenibles.
La introducción de una regulación y de incentivos apropiados y efectivos. Esto podría incluir impuestos que desalienten las prácticas perjudiciales, como el uso excesivo de fertilizantes, herbicidas y plaguicidas.
Un apoyo al logro de la seguridad alimentaria a nivel local, regional e internacional, teniendo en cuenta los recursos de suelo de los países y su capacidad para gestionarlos de forma sostenible, etc.
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